La muerte de Julita Astaburuaga causó pesar y tristeza en el mundo del espectáculo y cultura de nuestro país. A los 96 años la socialité chilena falleció este domingo luego de una batalla contra el cánncer de páncreas, el que le fue diagnosticado hace poco.
Julita nació el 17 de abril de 1919, hija de Jorge Astaburaga Lyon y Helena Larraín Velasco, toda su vida estuvo ligada a la diplomacia y eventos sociales. Fue reconocida por su buen gusto y gran carisma y se declaraba como una enamorada de la vida: “Vivo amando, desde el amigo hasta el enemigo. Por amor se hacen tantas barbaridades, tantos dramas pasionales, siendo la cosa más linda del mundo”, comentó en una entrevista a revista Caras en 2015. A los 27 años se casó con Fernando Maquierira, con quien tuvo dos hijos y se fueron a vivir a Nueva York luego de que fuera nombrado como secretario de la Embajada chilena ante las Naciones Unidas.
Ligada a los eventos, Julita Astaburuaga destacó por su elegancia y buen gusto, pero también tuvo una estrecha labor social, en los ochenta fue parte de un proyecto para apoyar a jóvenes artistas del Teatro Municipal mientras que los últimos años de su vida, una vez por semana trabajaba en una tienda de ropa usada en la que lo recaudado iba directamente a mujeres de escasos recursos.
Julita no pasaba desapercibida en ningún lugar, asidua a todo tipo de eventos nunca permitió que se le pagara por ir a uno, en una entrevista a la Revista Capital 2013, reconoció que le han ofrecido sin embargo ella no aceptaba dinero a cambio, “lo encuentro atroz. Es el colmo que gente acomodada acepte. ¿Por qué querer más y más? Además para la actividad en sí es pésimo, porque es un contagio negativo, toda la gente que va sin recibir plata empezaría a exigir y cambiaría todo”.
Su simpleza traspasó más allá del “socialité chileno” y fue querida por gran parte de los chlenos, cariño que quedó manifiesto en el 2007 luego de conocerse el asalto que sufrió y que la dejó con leves lesiones. Sus últimos años vivió en un departamento del centro de Santiago y su ingreso económico era el arriendo de un departamento que le dejó su padre antes de morir. El diagnóstico de su cáncer fue reservado, solo sus más cercanos sabían, y a pesar de sus años siempre se consideró un alma joven: “Me molesta mucho ser vieja, porque en mi interior no tengo la edad que tengo por fuera, entonces cuando me miro al espejo digo: ‘pucha, cómo he llegado hasta aquí’. Es raro, como no soy vieja de alma me choca esa persona que tengo al frente y que no tiene nada que ver conmigo”. CH H