Por Lorena Olivares, periodista Chicureo Hoy.
El 27 de diciembre del 2015 la comunidad del Colegio Kimen Montessori se enteraba de un triste noticia: el recinto había sido consumido por un voraz incendio que la tarde de ese domingo se desató sin control alguno.
Hoy, a cuatro meses del hecho, padres, alumnos y personal del establecimiento educacional ven esta tragedia como algo del pasado y retoman las clases normales, tal cual se prometió una vez conocido el incendio.
Todavía no cumplían un año funcionando, pero aún así la comunidad sentía que habían estado toda una vida en el colegio. Por eso el incendio de esa tarde de domingo fue una noticia que muchos no querían creer. En cosa de horas, las llamas habían consumido gran parte del recinto: nueve salas de clases, daños severos en el sector de la administración y la pérdida de gran parte del inmobiliario del establecimiento. Apenas se conoció el hecho, padres, profesores y la misma directora Patricia Vandormee acudieron al colegio para conocer la situación personalmente: el panorama era desolador.
Al día siguiente del incendio, el equipo de Chicureo Hoy visitó el recinto. En el lugar estaba su directora, quien a pesar de lo ocurrido dio una señal de fortaleza y manifestó que el colegio retomaría sus clases con normalidad en marzo de 2016. Tras 45 días de limpieza y reconstrucción, los alumnos pudieron volver a sus aulas en el plazo prometido.
Patricia Vandormee, quien llegó desde Bélgica a Chile a principio de los años ‘90, es profesora de profesión y está muy ligada a la educación en nuestro país. Luego de buscar y encontrar un colegio Montessori para sus hijos, decidió capacitarse en esta metodología, la cual la tiene a la cabeza del colegio Kimen. Para ella, lo ocurrido les permitió nacer de nuevo e incluso confiesa, que lograron unirse más como comunidad, “muchos venían de distintos colegios y se formaban grupos, pero una vez ocurrido esto se sintieron más unidos que nunca”.
El proceso de reconstrucción no fue fácil. Lo primero era saber si la estructura del edificio cumplía las condiciones para recibir a sus alumnos. Una vez descartada esa opción se pudo empezar a trabajar. “Para nosotros fue vital estar al pie del cañón y responder al compromiso, no solo desde nuestra responsabilidad sino que desde la confianza que nos entregó toda una comunidad. Al día después del incendio, un matrimonio vino a matricular a su hijo sin siquiera conocer el lugar, pero confió en nosotros y eso es un regalo espiritual de la vida”, expresa Patricia.
También fue fundamental el apoyo de los apoderados, quienes formaron parte de la reconstrucción, “los padres se organizaron con mucho cariño. Aportaron con cosas que tal vez no influyen en el aprendizaje (como cojines y otros adornos) pero que sí cambian el ambiente y hace que los alumnos se sientan en un espacio más amoroso. Esos son los detalles que hacen más lindas sus salas”, cuenta con cierto dejo de emoción Patricia.
A cuatro meses del incendio no hay dejo alguno del siniestro en los pasillos ni en las aulas debido a que todo se reconstruyó desde cero. La directora incluso confidencia que el lugar quedó “más lindo que antes”, y es que para el colegio lo principal es lograr que sus alumnos se sientan cómodos en el espacio de aprendizaje, como todos los establecimientos Montessori. Debido a lo anterior no resulta extraño que dentro de este proceso, además de habilitar todo lo correspondiente a un recinto educacional, se pusiera el énfasis en contar con un lugar acogedor para toda la comunidad. CH H