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¿Cuánto influirá la nueva ley de etiquetado en los hábitos alimenticios de los chilenos?

La nueva normativa tiene como objetivo disminuir las tasas de obesidad.

El próximo 27 de junio empieza a regir la nueva ley de etiquetado, la cual tiene como objetivo disminuir las tasas de obesidad, tanto en niños como en adultos. Sin embargo, por estos días está en duda la eficacia que tendrá. ¿Lograrán las etiquetas cumplir su misión?.

Un sondeo realizado por la Universidad San Sebastián, que consideró a más 500 encuestados, señaló que siete de cada diez personas sí leen el etiquetado de los alimentos y, de éstos, el 50% declara que estas indicaciones sí influyen en su decisión de compra. Además, el 67% de los entrevistados considera que el rótulo actual podría mejorarse aumentando su tamaño, favoreciendo su lectura.

“Las etiquetas podrían desincentivar el consumo e indirectamente podrían llegar a impactar en un cambio de hábito. En un primer momento, las personas se darán cuenta de la presencia evidente de las etiquetas en los alimentos y al mirarlas tendrán que hacer un acto de decisión, es decir, ‘¿compro o no este producto con altos índices…?’. En esa decisión final van a influir otros factores, como por ejemplo el gusto personal, la costumbre de consumir ese producto, el precio, las otras alternativas que hay disponibles, entre otros.”, indica Carmen Gutiérrez, Directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.

El impacto que estas etiquetas generen dependerá de cómo la entiendan y asuman los consumidores, según explica la psicóloga. “Los nuevos etiquetados van a influir en la medida que la gente entienda el mensaje y que le haga sentido. Sin duda el ‘Alto en…’ es un lenguaje más comprensible que el cuadro nutricional detrás del paquete en pequeños números, pero también hay que considerar que a las personas les hará sentido o no de acuerdo a sus experiencias y gustos personales. Las etiquetas van a incentivar el pensar más, reflexionar y luego tomar una decisión de compra, pero es necesario tener en cuenta que los hábitos de alimentación y los gustos se establecen durante la primera infancia, por lo que es muy difícil cambiarlos. Las etiquetas por sí solas no van a modificar los hábitos, porque para un cambio mayor habrá que diseñar otras estrategias”, asegura la docente de la Universidad del Pacífico.

Ornela Quintana, nutricionista, explica que es difícil saber si va a funcionar o no. Sin embargo, señala que es un avance en la educación alimentaria de los consumidores, ya que muchos no conocían cuáles son los componentes de los productos y estas nuevas indicaciones entregarán una mejor herramienta de selección de alimentos a la hora de comprar. El consumidor actual es mucho más exigente y consciente de lo que está comiendo, por lo cual, desde este punto de vista, puede funcionar. “Hay que esperar a que el ministerio haga estudios luego de que empiece a regir la ley. Se han producido varias confusiones durante este tiempo, entonces quizás no tenga un impacto como el que esperaban”, afirma.

Las primeras apariciones de las etiquetas en forma de disco pare en los alimentos han generado un gran impacto en la opinión pública, sobre todo por sorprender al figurar en algunos productos que se consideraban buenos para la salud. Las redes sociales están repletas de comentarios al respecto y la mayoría de las personas se fija en las etiquetas por estos días. Pero, según la psicóloga, esto será temporal, ya que luego el consumidor se acostumbrará y seguirá con su mismo hábito alimenticio.

Las etiquetas no son el único factor que se toma en cuenta al comprar o no un producto, por lo que su impacto sería reducido. En un principio sí puede influir y se tomarán otras opciones disponibles. Sin embargo, a la larga la mayoría se acostumbrará a ver que todos los productos tienen advertencias, lo que hará que se ignoren al no saber cuál es la alternativa más saludable. Además, la ‘invasión’ de etiquetas en todos los productos provoca la sensación de ‘nada es sano porque todo está con rótulos’.

Hoy en día, los productos orgánicos pueden considerarse dentro de los más sanos, pero evidentemente su costo es mayor y son menos accesibles. Es un proceso de largo cambio de cultura, hábito y de conciencia, porque finalmente no pasa por la información o no, sino que está sustentado en un motivo personal que uno le da a ese mensaje”, concluye Carmen Gutiérrez. CH H

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