El embarazo adolescente disminuyó considerablemente desde el 2014 a la fecha, ya que se registraron 8.015 casos, es decir, 1.800 menos que hace dos años. Los datos entregados por la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) dan cuenta de una baja histórica del embarazo adolescente en Chile. ¿Por qué se da este nuevo panorama?
“Sin lugar a dudas, este dato representa una tendencia favorable a la hora de promover la generación de familias más sustentables y con menor riesgo de caer en condición de pobreza. Sin embargo, esta situación nos debe llevar a una segunda discusión pública frente al tema que tiene que ver con las verdaderas causas de esta disminución. Esta baja en las cifras está asociada a la implementación de programas de anticoncepción y el uso de medicamentos para prevenir un embarazo no deseado. De acuerdo a las cifras, ha aumentado la demanda por esta forma de control, pero no ha aumentado aparentemente y consecuentemente un sentido de paternidad más responsable”, indica Christian Quinteros, secretario de estudios de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.
La disminución en la tasa de embarazo adolescente tendría directa relación con el uso de la “píldora del día después”. De hecho, según un reporte de Salud Integral Adolescente del Ministerio de Salud, en 2013, cuando se entregaron 4.193 dosis de la píldora del día después, la tasa de natalidad en mujeres adolescentes entre 15 y 19 años fue de 46,3 por cada mil mujeres, cuatro puntos menos que en 2012. ¿Esta es la solución al embarazo adolescente?
“La entrega de la píldora del día después no necesariamente está asociada a una política maciza en materia de natalidad y educación sexual. Chile, en materia de educación sexual integral no ha avanzado demasiado y pareciera ser que este es el primer paso, pero en ningún caso nos debiera dejar satisfechos en materia de política pública. Se debe aspirar a generar una cultura reproductiva responsable fundada en vinculaciones afectivas con sentido de familia. Un efectivo control anticonceptivo en los jóvenes no está directamente relacionado con la madurez psicosocial de la población ni con la generación de niveles aceptables de desarrollo humano”, advierte el especialista.
Según Quinteros, asistente social y Diplomado en Gestión Pública y Desarrollo Territorial (FLACSO OEA) y Magíster en Ciencias Políticas, la temática de fondo del embarazo adolescente es la educación y la responsabilidad, no sólo sexual sino también de índole social.
“El objetivo de una política de natalidad y de salud tiene ribetes que van más allá de la sexualidad. Tiene que ver más bien con factores como proyectos de vida y vinculaciones significativas entre los jóvenes, no sólo entre las mujeres, sino también entre los varones, con estrategias orientadas al ‘hacer familia’. El objetivo de toda política pública debiera ser el promover el desarrollo total y saludable del individuo y relaciones construidas sobre la base del respeto y la confianza mutua”, indica el académico de la U. del Pacífico.
De hecho, como política pública en Chile se entrega de manera gratuita en consultorios implantes subdérmicos anticonceptivos, que tienen una duración de tres años y un 99% de efectividad. “Con ello otra vez se aumenta la efectividad en el control, pero no en la responsabilidad ciudadana y familiar. Una educación sexual integral debe no sólo ser capaz de poner a disposición de los jóvenes métodos anticonceptivos, sino que debiera además potenciar el sentido de responsabilidad individual al decidir el inicio de sus relaciones sexuales, el tamaño de sus familias y el espacio entre cada embarazo, en el marco de un proyecto familiar estable y sustentable en sus distintas dimensiones y complejidades”, asegura Quinteros.
Una política pública que integre una educación sexual responsable implica su inserción en los ambientes escolares y evitando la estigmatización. “Las madres adolescentes son un grupo altamente estigmatizado en la sociedad chilena en todos los sectores socioeconómicos, lo que afecta evidentemente sus proyectos de vida, estableciendo difíciles barreras para continuar su educación o conseguir empleo. Muchas adolescentes embarazadas dejan los estudios o son expulsadas del colegio, lo que las ubica en primera fila al momento de ingresar al círculo de la pobreza. En la actualidad nuestra legislación establece algún tipo de reconocimiento social para este grupo al permitir disminuir de cierta forma los porcentajes de asistencia a clases, de manera de evitar la deserción. Luego, mientras en algunas escuelas chilenas enseñan abstinencia absoluta en materia sexual, otras establecen mecanismos de control de natalidad, sin abordar una educación sexual integral, lo cual es un error”, concluye el especialista. CH H