Carrie DeKlyen fue diagnosticada con un agresivo tumor cerebral apenas unas semanas después de haber concurrido al médico debido a los constantes dolores de cabeza que venía teniendo desde el mes de marzo.
Fue operada con éxito en abril, pero no habían pasado 30 días cuando el doctor le informó que el tumor había reaparecido. Además, los médicos le entregaron otra noticia inesperada: estaba embarazada de 8 semanas.
Carrie tuvo dos opciones, realizarse quimioterapia y terminar el embarazo o mantener con vida al bebé a riesgo de que los dos murieran en el intento.
La mujer de 37 años y madre de 5 hijos optó por lo segundo y de ahí en más los médicos sólo pudieron sacarle constantemente el líquido que se le acumulaba en el cerebro para evitarle dolor.
A mediados de julio Carrie “sufrió un derrame cerebral masivo”, dijo su marido Nick al Washington Post, y no despertó nunca más.
Los doctores luchaban para que el pequeño creciera en el vientre materno y lograron que tras 24 semanas pesara 625 gramos, 125 gramos más de lo que estimaban suficiente para que sobreviviera al nacimiento.
Ahí, tuvieron que tomar otra decisión, ya que el bebé no se movía y determinaron realizar una cesárea.
Tras el procedimiento, que terminó siendo todo un éxito, Nick le pidió a los médicos que finalmente desconectaran a su esposa porque ya había sufrido mucho.
“La agarré de la mano y la besé. Le dije, ‘te amo, y te veré en el cielo’”, fueron las últimas palabras que le entregó Nick a Carrie.