Sr. Director,
A raíz de la situación que enfrentaron las familias de las víctimas del lamentable accidente de Línea Azul respecto del SOAP, quisiera compartir mi triste experiencia con el cobro de un seguro de desgravamen hipotecario, que vino a sumar al dolor por la pérdida de mi marido, un profundo sentimiento de decepción y de desconfianza en los seguros que todos contratamos y en las empresas que los ofrecen o intermedian.
Vivo en Chicureo hace seis años en una casa que construimos con mi marido a nuestro gusto, con miras hacia un futuro que parecía prometedor. Sin embargo, y de un día para otro, todo este proyecto se desvaneció: un accidente en moto se llevó a mi marido, y me quedé con mis tres hijos chicos, sola y con una familia que levantar después de tan fuerte tragedia. Habíamos comprado nuestra casa gracias a un crédito hipotecario de Banco Santander, garantizado con un Seguro de Desgravamen de BBVA Seguros de Vida, contratado a través de Santander Corredora de Seguros, a exigencia del propio banco.
Mi calvario partió con una liquidación mal practicada. El liquidador SEGURED, con asombrosa liviandad, recomendó el rechazo de la indemnización argumentando que la muerte de mi marido habría sido el resultado de un “acto temerario”, cuando en realidad se trató de un lamentable accidente de tránsito causado por una maniobra de adelantamiento prolongada, lo que en ningún caso constituye un “acto temerario”.
La corredora, que supuestamente tenía el deber de asistirme durante el procedimiento de liquidación, brilló por su ausencia, dejándome atrapada frente a un proceso cuyo resultado habría sido muy distinto de haber recibido oportunamente su orientación y apoyo.
Por su parte, la compañía no mostró ninguna disposición a revisar la liquidación cuando le presenté antecedentes que demostraban que ésta fue mal practicada y que los fundamentos en los que el liquidador basó la recomendación de rechazo no fueron debidamente acreditados.
Por último, el banco –que es beneficiario directo del seguro- no hizo nada para ejercer sus derechos. Miró como la compañía decidió no pagar, a pesar que el mismo Banco compartía la opinión que el accidente no se debió a un acto temerario, y que, por lo tanto, BBVA Seguros de Vida – hoy Scotiabank – debía pagar el seguro.
Hoy me encuentro de manos atadas, a punto de perder mi casa, impotente ante un liquidador que no cumplió con su obligación de investigar, una corredora que no me prestó asistencia al momento de la liquidación, una Compañía a la que no le importó que la liquidación estuviera mal practicada, y un banco que prefirió cortar el hilo por lo más delgado: demandarme a mí por el cobro del crédito hipotecario en vez de pelearse con la compañía.
Y lo más sorprendente es que ante los mismos hechos, la compañía de seguros Mapfre pagó, sin cuestionar, el seguro de desgravamen de la colegiatura de mis hijos, aún cuando la Póliza contenía la misma exclusión del “acto temerario”, algo que llama profundamente mi atención y me hace pensar en la subjetividad que tiene la toma de este tipo de decisiones.
Tras esta dura experiencia, puedo concluir que muchos de nosotros creemos que estamos asegurados frente a una tragedia y pagamos mes a mes por tener esa tranquilidad, pensando que nuestra familia estará protegida frente a nuestra ausencia, no obstante, hay empresas y compañías más grandes con intereses mayores, que se aprovechan de la vulnerabilidad en la que uno se encuentra en estas situaciones y que están dispuestas a todo con tal de no pagar en el momento en que deben hacerlo.
Andrea Benedetto Causa
Vecina de Chamisero
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