De acuerdo al Reglamento Sanitario de los Alimentos (RSA), se considera aditivo a cualquier sustancia que, teniendo o no valor nutritivo, se adiciona intencionalmente a un alimento con un fin tecnológico, como mejorar su color, textura, sabor o vida útil, entre otras propiedades.
En ese contexto, para lograr que un alimento sea más atractivo para el consumidor, se utilizan colorantes artificiales aprobados por el RSA (1997). Algunos de los más conocidos son la tartrazina; amarillo crepúsculo, azorrubina y azul índigo. En Chile se regula el control de la concentración de estos aditivos a través del índice la Ingesta Diaria Admitida (IDA), valor que indica la cantidad máxima de aditivo que un ser humano podría consumir diariamente y durante toda su vida sin presentar reacciones adversas.
Dentro del grupo de colorantes mencionados, la tartrazina es un polvo amarillo anaranjado brillante utilizado de manera masiva en la elaboración de refrescos, snacks y golosinas. La legislación chilena exige que la presencia de este colorante se destaque en la rotulación de los alimentos que lo contienen, siendo su uso masivo en nuestro país.
Sin embargo, la académica Carolina Barriga, directora del Bachillerato en Ciencias de la Salud de la Universidad San Sebastián, sede Valdivia, advierte que “sus efectos adversos para la salud han sido mencionados por diversos autores. El Instituto de Ciencia y Tecnología de los Alimentos (INTA) señala que tartrazina y amarillo crepúsculo pueden producir cuadros alérgicos en personas sensibles, tales como urticaria y asma”.
La especialista añade que “se han descrito, además, algunos casos de hiperquinesia en niños relacionados con la tartrazina. Por estudios realizados en animales con altas dosis de ambos colorantes, se ha relacionado la tartrazina con tumores en la glándula tiroides y el amarillo crepúsculo con tumores al riñón y ambos con daño cromosómico. Por estas razones, estos colorantes han sido eliminados en países como Noruega y Austria”.
Por lo anterior, y hasta que no existan resultados concluyentes, explica, “no es posible eliminar los colorantes de la dieta. Sin embargo, se recomienda restringir su uso considerando su posible toxicidad y especialmente, por no ser un aporte nutritivo a la dieta”. Atendiendo a la gran cantidad de colorantes en los productos de consumo habitual de los niños, que por su menor peso pueden llegar fácilmente a consumir niveles tóxicos, “no se recomienda su uso masivo en escuelas ni colegios en snacks y colaciones, siendo más recomendable el uso de agua, frutas y sándwiches elaborados en el hogar a partir de productos naturales como quesillo y mermeladas”, finaliza Carolina Barriga.