¿Debemos dejar que los niños vayan de vacaciones con otra familia? ¿Cuál es la edad apropiada para que los adolescentes salgan solos con sus amigos? Estas y otras son las preguntas que se plantean muchos padres al momento de evaluar solicitudes de permiso por parte de sus hijos en esta época del año.
Un dilema que no es fácil de resolver, porque se suelen poner en la balanza muchos elementos que dificultan la decisión, como es la culpa de los padres por tener que seguir trabajando, niños que se quejan por estar aburridos en sus casas, opiniones en pro y en contra desde los diversos estilos de familias cercanas, e incluso entender qué es lo que realmente necesitan los niños en este tiempo de descanso.
La directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Carmen Gutiérrez, plantea que, a grandes rasgos, las vacaciones ideales son aquellas que permiten salir del contexto y del ambiente. “En general, el no funcionar desde las presiones, desde las obligaciones, desde una exigencia externa en la medida de lo posible, es fantástico. Y digo en la medida de lo posible, porque hay familias en las cuales los hijos en vacaciones deben asumir ciertos roles más allá de lo académico”, comenta.
La psicóloga agrega que este tiempo de descanso debe permitir que, independientemente de la edad, los niños y jóvenes tengan la posibilidad de juntarse con amigos y amigas y que, en lo posible, puedan desarrollar actividades acordes a su edad y a sus gustos. “Sin embargo, siendo dos semanas, creo que es bueno mantener cierta estructura en términos de calendario y de horario, a diferencia de lo que ocurre en vacaciones de verano. No es bueno que sean vacaciones en donde se desorganizan los horarios de levantada, de acostada y comidas, porque después retomar esos hábitos y rutinas costará mucho”, advierte la especialista.
Sobre qué tipo de permiso dar, Carmen Gutiérrez indica que ello dependerá de cada familia. “Hay familias más liberales que otras, pero sería importante que los padres, más allá de los estilos de crianza que tengan, sean quienes se pongan de acuerdo en qué van a autorizar y qué no. Tiene que ser algo acordado por la pareja, en el caso de que estén juntos, y que sea coherente con las normas y el estilo de la familia”, precisa.
A la hora de dar permiso, es importante no olvidar algunos detalles. “Es súper importante que tengamos todos los datos de contacto posibles previamente, en términos de nombres, dirección, teléfonos y conversaciones previas para ponerse de acuerdo en cosas básicas sobre dónde estarán, etc. Porque lo peor que te puede pasar es que mandes a tu hijo con otra familia y después te arrepientas porque no sabes cuáles son los hábitos que ellos tienen”, acota la experta de la Universidad del Pacífico.
Para evitar errores en términos de discriminación al prohibir a nuestros hijos salir con ciertas familias, la psicóloga señala que “es importante buscar la máxima información sobre esa familia y conocerlos. Y si no tienen la posibilidad de conocerlos, los padres tienen toda la posibilidad de decir que no, o porque no les parece, o porque irán a un lugar que es muy peligroso o porque harán cosas con las que no están de acuerdo y que podrían exponer a su hijo a ciertas circunstancias que no comparten. No es que uno vaya a discriminar por ello, pero, ¿qué vas a hacer?, ¿estar en tu casa comiéndote la angustia? Yo creo que tratar de ser papá y pensar que no nos vamos a equivocar es una falacia. Y pensar que dar un permiso te evitará un conflicto con los hijos, también es una falacia. Ser padre de niños de cualquier edad te va a significar algún tipo de conflicto, porque ellos tendrán criterios y estilos distintos. Y entonces decirles que no, no es un daño tampoco”.
Pistas desde el punto de vista del desarrollo
Al margen de las distintas apreciaciones que se tengan como familia sobre los permisos a los hijos, hay algunos datos que pueden ayudar a saber si los niños están o no preparados para salir con amigos u otras familias.
La psicóloga plantea que el primer indicador que los padres debieran tener en cuenta es la capacidad de comunicación del niño. “Que el niño pudiese en su momento decir que sí a lo que quiere decir sí o hacer, y no cuando quiere decir que no a lo que no quiere decir o hacer. Si un niño es más inseguro y temeroso, obviamente lo vas a proteger más, porque sabes que no se va a saber defender. Pero uno tenderá a darle más espacios de participación y libertad al niño o la niña en la medida que uno vea que tiene la posibilidad de plantearse más claro, más firme y diciendo su opinión en los distintos contextos”, explica.
Luego está la capacidad de independencia que tengan los niños de los padres y ansiedad con la que enfrentan situaciones nuevas. “Los niños que se ponen ansiosos o se inhiben, no es bueno. Hay que fijarse en qué tan sociable o adaptable es en relación a desconocidos, a estar con otros”, puntualiza la psicóloga.
El punto relevante es el cuidado y la protección. “Es decir, yo le doy o no permiso a un hijo por velar por su integridad y porque esté en las mejores condiciones de seguridad posibles. Y si uno tiene claro eso y se lo explica desde el bienestar y de lo que nos significa emocionalmente eso a nosotros como padres, es un tema a plantear aunque sea una arbitrariedad”, señala la profesional de la Universidad del Pacífico.
Un aspecto relevante en esta materia es el control parental, que debe ejercerse buscando distintas alternativas. “Uno define la forma de comunicarse con el hijo o hija que estará a la distancia, sea por teléfono, whatsapp, etc. Y uno lo impone cuando son más chicos o lo acuerda cuando son más grandes”, afirma la psicóloga.
En caso de los hijos más grandes, Carmen Gutiérrez indica que los permisos también dependerán del lugar, actividad y madurez del joven. “Hay situaciones que son súper estructuradas y protegidas como los campamentos, donde se supone que hay una planificación de por medio, que implicaría un mayor resguardo del tipo de actividades y de situaciones posibles y, por lo tanto, están regidos por normas y es más fácil derivarlo (al hijo) porque sabes de antemano a qué va. Es distinto cuando hay una situación más social o familiar, porque hay cosas más nuevas y originales, en donde entra a toparse con el tema de los hábitos, en los cuales uno no tiene tanto control ni manejo de la situación”, aclara.
Por último, el permiso depende de cada familia y de cuándo esa familia considera que su hijo ya está grande para salir. “Si uno ve que tiene la madurez suficiente para elegir adecuadamente, protegerse e informar, estamos al otro lado y normalmente uno dirá que si o que no cuando hay cosas coherentes con los límites y los valores de cada familia. Entonces decir que no a una familia tan distinta a la de uno, no será sentido tan raro por lo hijos”, concluye la directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico. CH H