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Las vacaciones suelen ser un espacio para compartir, descansar y pasarlo bien. Simbolizan el cese del colegio, la unión con grupos de amigos, libertad respecto a los horarios y las esperadas salidas familiares. Pero, este anhelo infantil puede tener algunos tropiezos cuando se trata de hijos de padres separados, principalmente durante el primer período de la separación, por la escasa experiencia que tienen, tanto padres como hijos, para asumir los distintos escenarios que deben afrontar.
La docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico y especialista en resolución de conflictos y mediación familiar, Susana Arancibia, plantea que en estas familias el habitual recreo veraniego debe contemplar algunas modificaciones para que todos sus miembros puedan experimentar placer y no se transforme en una situación compleja, sólo por falta de acuerdo, de previsión o de experiencia. “En otras palabras, los adultos deben propiciar que el divorcio tenga el menor impacto posible en la vida de sus hijos y las vacaciones son una parte importante de aquello”, señala la experta.
Para el logro de este fin, la profesional indica que los padres deben saber negociar y llegar a acuerdos en beneficio de toda la familia, sin dejar de considerar que los niños tienen algo que decir y deben ser escuchados. “Esta sola apreciación abre un mundo de posibilidades comunicativas entre padres e hijos, ya que cada niño o niña tiene una idea o fantasía de sus vacaciones, principalmente con el progenitor no custodio. Es muy importante que cada uno de los padres pueda conversar con sus hijos para explorar y delimitar el nivel de expectativas, estableciendo criterios de realidad, ya que éste puede ser el primer punto de desencanto y desencuentro entre adultos y niños”, advierte.
La docente agrega que los niños necesitan saber con claridad el lugar, tiempo de permanencia, fecha de regreso a casa, personas con las que compartirán e incluso posibles modificaciones, ya que en todo viaje, al igual que en la vida, siempre cabe la posibilidad de que las cosas no sucedan como se esperaba. “La planificación, entonces, se constituye en un punto central, generándoles la certeza necesaria para disfrutar con tranquilidad el tiempo veraniego. Además, ésta es una muy buena instancia para enseñar, en la práctica, a nuestros hijos a tener una actitud positiva frente a los distintos eventos que les toca vivir y aprender a disfrutar de la compañía del otro, sin importar el lugar en que se encuentren. Significa valorar el hecho de estar juntos”, precisa.
Vacaciones diferentes
Arancibia dice que es muy importante tranquilizar a los hijos, señalándoles que el padre o madre que se queda en casa estará bien durante el período en que ellos vacacionen. “Debemos disminuir los sentimientos de angustia y culpabilidad que pueden llegar a sentir por dejar a uno de sus padres ‘solo’. En tal sentido, ambos padres deben hacer un esfuerzo conjunto en beneficio de sus niños”, enfatiza.
No obstante, a pesar de todos los resguardos que tomen los padres, los niños pueden sentirse tristes, enojados o incluso abandonados, particularmente si es la primera vez que salen de vacaciones después de la separación. “En tal circunstancia, es muy importante dejar que el niño o niña exprese sus emociones. Éstas son legítimas y es un momento seguro y protegido para manifestarlas. El adulto debe sobreponerse a sus propias expectativas y acompañar a sus hijos en este transitar; debe asumir que son definitivamente unas vacaciones distintas”, explica.
Por lo mismo, recomienda ser pacientes y aprender a escuchar activamente a los hijos. “Esto se constituirá en un aprendizaje colectivo, entendiendo que en la vida siempre suceden eventos que no podemos cambiar. Sin embargo, la forma en que los enfrentemos, la actitud que tengamos frente a ellos, será el verdadero éxito o fracaso de nuestra existencia y ése es el mejor regalo que les podemos ofrecer en las vacaciones a nuestros hijos”, concluye Arancibia. CH H